El otro, el mismo
Cuando el otro es tu semejanza, cuando compartes identidad con un desconocido que resulta tu análogo.
En un impulso de querer definirme, querer saber quien soy, pongo mi nombre en Google y… mi sorpresa ha sido encontrarme, sí, pero de forma multiplicada. Mi nombre es compartido con muchas otras Verónicas Vicente.
El nombre propio es aquello que te designa, que te personaliza. Si bien es cierto los nombres se repiten, pues no existen tantos nombres diferentes como personas. Pero cuando hay una igualdad con los apellidos se establece una conexión especial, una cierta confusión con el otro. Y la duda surge, ¿quién soy yo con respecto a ese otro?.
Con cada fotografía del rostro de otras Verónicas Vicente hago un dibujo, y en cada uno de ellos trato de buscar mi propia imagen, mis propios rasgos. Utilizando mi fotografía como fondo, superpongo esos dibujos; mi faz como suma y resta de sus trazos y, al mismo tiempo, el rostro subjetivo y en términos generales de la identidad de Verónica Vicente.
En la incesante búsqueda de mi identidad me encuentro con el otro, un viaje de ida y vuelta que acaba en mí misma. Mi presencia y me existencia quedan así justificadas y definidas o quizás más desdibujadas que nunca.