Facémolo co corpo. A performance é cousa de mulleres.
Auditorio de Galicia, Santiago de Compostela. 18 junio – 28 septiembre 2025.
Comisariado: Mónica Maneiro Jurjo y Iñaki Martínez Antelo.
Artistas: Marina Abramović (Belgrado, 1946), Pilar Albarracín (Aracena, 1968), Rosana Antolí (Alcoy, 1981), Teresa Búa (Muxía, 1991), Esther Ferrer (Donosti, 1937), Dora García (Valladolid, 1965), Ana Gesto (Santiago de Compostela, 1978), Amaya González Reyes (Sanxenxo, 1979), Maider López (Donosti, 1975), Anna Maria Maiolino (Scalea, 1942), Teresa Margolles (Culiacán, 1963), María Marticorena (A Coruña, 1977), Loreto Martínez Troncoso (Vigo, 1978), Ana Mendieta (La Habana, 1948 – Nueva York, 1985), Olga Mesa (Avilés, 1962), Itziar Okariz (Donosti, 1965), Mery Pais (Santiago de Compostela, 1990), Alejandra Pombo Su (Santiago de Compostela, 1979), La Ribot (Madrid, 1962), Verónica Ruth Frías (Córdoba, 1978), Neves Seara (Ourense, 1983) y Verónica Vicente (Tomiño, 1988).
Fotografías: Roi Alonso.
Facémolo co corpo. A performance é cousa de mulleres recoge el trabajo de un importante número de artistas capaces de sostener, por sí mismas, un relato vinculado a la historia de la performance desde finales de los años sesenta, cuando este lenguaje artístico comienza a desarrollarse con fuerza. La performance emerge como una de las formas de creación más interesantes, intensamente relacionada con la necesidad de volver a unir las prácticas artísticas con la vida y de asumir nuevos compromisos sociales, algo que el arte había dejado de lado desde los realismos de finales del siglo XIX. La performance surge también como resultado de la lucha de las mujeres artistas por acceder a las instituciones, siendo precisamente su carácter efímero lo que facilita su presencia en los espacios artísticos.
En Facémolo co corpo, hemos realizado una selección de obras que nos permite hablar de la performance en Galicia, protagonizada en gran medida por mujeres que han estado presentes en programaciones institucionales y festivales, así como en exposiciones y eventos independientes a lo largo de las últimas décadas. Algunas de ellas son gallegas; otras han contribuido con su trabajo a la formación de públicos y de artistas que encuentran en las artes performativas su principal campo de expresión dentro de nuestro territorio.
Judith Butler afirmaba que «el gesto puede ser una forma de resistencia y de subversión». Esta idea, anclada en su teoría de la performatividad, ofrece una clave de lectura para esta exposición: el gesto, lejos de ser una expresión secundaria, constituye una herramienta crítica que desestabiliza la lógica normativa de lo visible y lo decible. En las acciones de las artistas aquí presentes, el cuerpo se manifiesta como un lugar de agencia política, capaz de generar significado más allá del lenguaje verbal e intervenir activamente en los marcos de representación dominantes.
Desde los años sesenta, la performance se perfila como un arte aliado del desarrollo del feminismo, de las reivindicaciones de las minorías étnicas y de los colectivos desfavorecidos o invisibilizados, en un contexto también marcado por el auge de los estudios multiculturales. El cuerpo, el género, la raza o la religión se convierten en temas centrales del trabajo de muchas artistas. Al mismo tiempo, cuestiones de gran impacto social como la guerra de Vietnam o la crisis del sida pasan a ocupar un lugar destacado en estas prácticas. Por otro lado, la irrupción del territorio como espacio para la experiencia artística inspiró propuestas que supieron vincular la idea de performatividad al entorno natural. También resultó clave la introducción de la experiencia del tiempo y del espacio en obras de apariencia escultórica, pero que requerían del espectador la creación de un recorrido propio, una vivencia íntima y sensorial, de carácter eminentemente práctico, que marcó el desarrollo de muchas de estas prácticas.
En este relato es imprescindible dar un paso atrás y recordar que los inicios de la performance, habitualmente atribuidos al Cabaret Voltaire fundado en 1916 en Zúrich, llevan también la huella de dos mujeres fundamentales: Emmy Hennings y Sophie Taeuber-Arp. Hennings, performer, poeta y cofundadora del cabaré, encarnó una práctica radical en la que cuerpo y voz funcionaban como herramientas de disidencia y supervivencia. Su figura, a menudo eclipsada por la de Hugo Ball, representa una de las primeras intervenciones performativas conscientes en la Europa de entreguerras. Por su parte, Taeuber-Arp introdujo en el Dadaísmo un lenguaje escénico basado en la abstracción, la danza y la máscara, abriendo caminos hacia una corporeidad simbólica que influiría decisivamente en las vanguardias del siglo XX. Su papel en el desarrollo del dispositivo performativo fue tan crucial como infravalorado, lo que demuestra que la historia de la performance nace también del gesto femenino, del riesgo y de la invención silenciada. Dentro de esta línea genealógica, es necesario recuperar en Galicia la figura de la gallega Maruja Mallo. Sus fotografías performativas realizadas en las playas de Chile en 1945 son un claro ejemplo de ello, constituyendo un precedente esencial de una poética del cuerpo y la naturaleza que rechaza las normativas de género y los códigos de la representación tradicional. En esas imágenes, Mallo aparece como un sujeto emancipado, en diálogo con los elementos, y su figura se conecta con una larga tradición futura de artistas gallegas que utilizan el cuerpo como herramienta de insumisión.
En su evolución, la performance se ha visto atravesada por recursos procedentes de la literatura, el cine, el teatro, la danza, y los espectáculos musicales y teatrales. En Facémolo co corpo, proponemos un recorrido que nos permita acercarnos a la performance como arte de acción a través de diversas propuestas.