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Frontière à ne pas franchir

El hombre necesita definir su identidad construyendo barreras para poder sentirse protegido. Pero quizás su verdadera naturaleza sea la de atravesarlas para ver qué es lo que hay al otro lado.

El acto de mirar, la absoluta capacidad de situarse en el espacio privado aún estando físicamente en el público. El espectador, ahora cómplice de la mirada del voyeur, un espía más de lo ajeno. Espacios privados de privacidad, carentes de toda autoridad. Inútiles barreras en una casa sin puertas ni ventanas. Todo está fuera, nada queda dentro. Difícil llamarlo hogar si se está perdiendo la esencia de lo personal, lo oculto, lo inconfesable.

Angers, Francia. 2009